el camino

"¿Adónde te crees que vas
Y de dónde crees que vienes?"
Preguntaba el viejo al verme marchar
Muerto de hambre y sed
"Si no tienes rumbo
Chico, estás perdido"
Yo le respondí "voy hacia el sol
Y vengo del camino"

domingo, 17 de mayo de 2009

li-po (poeta chino)

Li tai-po, el gran poeta chino de la dinastia tang, aqui unos de sus mejores poemas:

Conversación en la montaña

¿Me preguntas por qué habito
en estas colinas verdes jade?
Yo sonrío. No hay palabras para expresar
el sosiego de mi corazón.
¡Que fascinante la flor del melocotón
arrastrada por la corriente del agua!
Aquí vivo en otro reino
más allá del mundo de los hombres.

Alabanza al vino

No amara el cielo el generoso vino
el «astro-vino» en la serena noche
no diera al hombre el celestial derroche
de su fulgor lejano purpurino.
Ni roja fiesta en tibia primavera
llenara de alegría las campiñas
si el jugo embriagador no nos lo diera
el alma tierra con sus dulces viñas.
Si cielo y tierra el vino te ofreciera
¿Por qué temer tan santa borrachera?
Hubo famosos sabios borrachines;
con tres copas no más el cielo se abre
y es tuyo el universo y sus confines.
Es un rapto fugaz a lo ignorado
que al abstemio infeliz nunca le es dado.

Un día de verano, en la montaña

Agito suavemente un abanico de plumas blancas,
sentado, la camisa abierta, entre las hojas verdes.
Me quito el sombrero y lo cuelgo de un saliente en la roca;
Desde los pinos la brisa se desliza
sobre mi cabeza desnuda.

Los cuervos que graznan por la tarde

Doradas nubes bañan la muralla.

Los negros cuervos graznan sobre sus nidos,
nidos en los que quisieran descansar.

En tanto, la joven esposa suspira, sola y triste,
sus manos abandonan el telar,
sus ojos están fijos en la azul cortina del cielo,
cortina que parece separarla del mundo,
como la leve niebla oscurece el río.

Está sola: el esposo viaja por países lejanos;
todas las noches está sola en su alcoba.

La soledad le oprime el corazón,
y sus lágrimas, como fina lluvia, caen en tierra.

Escuchando la mandolina de un sacerdote budista

El sacerdote budista de Chou tiene una mandolina:
baja del Monte de las Cejas hacia el poniente,
y hace sonar sus cuerdas en mi honor.

Sus vibrantes notas se parecen al alboroto
de un bosquecillo de pinos mecidos por el viento.

Mi corazón se siente purificado
como si lo hubiesen lavado las aguas del río.

La dulce melodía se une a los lejanos tañidos de una campana.

Insensiblemente desciende, en torno, el crepúsculo,
y los montes se esfuman en la bruma ligera.

Mientras bebo solo, a la luz de la luna

Un vaso de vino entre las flores:
bebo solo, sin amigo que me acompañe.
Levanto el vaso e invito a la luna:
con ella y con mi sombra seremos tres.
Pero la luna no acostumbra beber vino, y mi perezosa sombra sólo sabe seguirme.
Festejemos, con mi amiga luna y mi sombra esclava, mientras aún es primavera.
En las canciones que entono vibran rayos lunares; en la danza que ensayo mi sombra se aferra y deshace.
Los tres juntos, antes de beber, holgábamos; ahora, ebrios, cada cual va por su lado.
¡Regocijémonos muchas horas todavía,
en nuestro extraño festín inanimado,
para encontrarnos al fin en el Río de las Nubes!


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