RECOPILACION DE TEXTOS DE ENFERMOS MENTALES DEL SANATORIO DE MONDRAGON, AL CUIDADO DE LEOPOLDO MARIA PANERO.
ME DIRÁS QUE ESTOY LOCO,
o el significante a la búsqueda de la pronunciación perdida.
Hay algo que ha olvidado la mitología de lo serio (la política, la psiquiatría, la ciencia): ese instante, ese momento discontinuo en que el lenguaje es hablado, tocado por una emoción o como se dice psicoanalíticamente un afecto. Ese es el lenguaje en lo que tiene de rompible, la razón que se dice se pierde, en la lucha entre conciencias, en el combate cotidiano de ellas en el mundo, en donde, como decía Hegel, “cada conciencia busca la muerte de la otra”. Lo mismo que la envidia, que desea el cerebro del otro, en lugar de emularlo o competir con él, es un acto de canibalismo simbólico, la dialéctica a la que nos referimos es un ejercicio de decapitaciones. Es esta guerrilla del lenguaje, cuyo concepto falta a la idea del discurso lineal o saussuriana “linealidad del signo”, la que nos lleva a la locura. Lo otro es la conciencia filosófica intacta por cuanto intangible, mas allá como Dios de lo real y por ello inexistente. Es por ello quizá por lo que se tiene miedo de perderla, por cuanto no existe, y aparte de ella no hay otra. La ciencia filosófica es una conciencia narcisista, que busca ser idolatrada, pero que nunca accede a ser una realidad enfrente de otra. Es decir, que nunca se realiza, que nunca desciende a la realidad que mella a la idea y en donde la palabra se desgasta y se anula. Y cada cultura tiene su idea de realidad, siendo ésta nada más que un modo de orden entre otros modelos de orden, una enumeración dispar, como las de Borges. Un hombre puede estar loco en París y cuerdo en Guinea, o razonable en Reully Diderot para Mercedes y loco de remate para el barrendero del Metro Louvre, que le ve hablando solo con Mercedes. La antropología, sin el mito del hombre que rompió el estructuralismo, no es más que el principio de la relatividad cultural y el verdadero fin de la filosofía como razón única.
Del mismo modo, el habla realiza el fin de la lengua, rompiendo la máscara sintáctica para abrir el paso a las interjecciones, a los puntos de admiración, a las designaciones, a la violencia del lenguaje, que es la que, rompiendo la seriedad, lo pone como vehículo y no como límite del deseo. Convirtiéndolo así el lenguaje en algo cercano a la locura, en donde la indiscutibilidad de aquél viene de estar por entero al servicio del pathos, de la emoción, casi tanto como un mantra o un conjuro de aquéllos sin traducción que gustaban a Artaud en Rhodez y que son el único significante que nos cabe esperar encontrar. Ello si es verdad que el significante lacaniano (no saussuriano) es lo que de irreductible al significado hay en el lenguaje, su radical exterioridad y su pureza material. La pronunciación atea, sin dios, no ligada a cualquier trascendencia gramatical o semántica. Como la mala poesía que, queriendo ser buena y, al equivocarse sabiamente, construye un signo propio y una lengua ajena. De todo ello hay en estos textos, no aptos ni escritos para publicarse, ni siquiera muchas veces para leerse.
Si es verdad que el discurso es el discurso del otro, éste ha perdido su referente y por ello, al desviarse, ha devenido literatura pura, algo parecido a lo que los brasileños (Cabral de Melo Neto entre otros) intentaron en la poesía concreta: el irreductible canto de la cabra, el canto a palo seco, el cante sin meis nada.
Con la locura, como con la verdad, no se puede discutir. La verdad aséptica del psiquiatra, que quiere llenar lo que nos falta, encuentra su envés grotesco en este significante puro y vacío que “construye sus propias leyes / como un castillo en el vacío”, como decía yo en uno de mis poemas de Teoría. Poesía de lo locura quiere decir poesía opaca, dura, impermeable al signo, a la razón, semejante todo lo más a la pintura abstracta en la que, como dice Txema Sarasúa, un enfermo de aquí, “el golpe –el trazo- tiene falta de cultura / y con él mismo no se razona”. “Y se ve por él mismo al buen pintor” como en una estética sin referente, sin ni siquiera el espíritu como tal, nada másque un bello pesanervios, la obra en negro, la locura como creación de un alma. Como decía Otto Rank, el neurótico es una creación artística, una obra de arte, un nuevo tipo de hombre salido y construido de todos los errores del primero. Una especie de Frankenstein o Supermán bizarro construido de todos los retazos inservibles para otra cosa que para la poesía. Porque si es verdad que el inconsciente se dibuja en la conciencia alterada del sueño, el superhombre no es hermoso como no son hermosos los sueños, es un monstruo como todo aquel que se comprende a sí mismo.
La conciencia que interpreta mina la realidad, y es así que la conciencia interpretativa (Nietzsche, Freud, Marx) forma otra manera de ser, una alteridad de la conciencia, una realidad divergente, un nuevo modelo de orden. Y es por eso que puede decirse con Deleuze que ha venido el Anticristo, y que su lenguaje es el de lo infinito y sin límites del cuerpo que conduce a otro cuerpo, del yo que entre los árboles se forma, cuyos pies son rojos y cuyos ojos son negros. Que el fin de la ética del sufrimiento y el principio de la era del placer; del gozo y de la lucha, del reencuentro del hombre consigo mismo, en el lugar en donde nunca estuvo. Porque era qué el lugar –el cuestinaomiento del sujeto, la subversión del yo- donde la palabra lacaniana nos llevaba a Signorelli, del que todavía falta mucho por reencontrar en ese nido feroz del cuco en donde ninguna palabra es extraña si alguien la dice y me convida al deseo. Porque el sentido de la palabra no es abstracto, sino que viene del otro, de su entonación o de su pronunciación, y no de la escritura. Lo que importa es saber quién o cómo lo dice, y que la indagación del pathos substituya al discurso “mismo” que no se sabe dónde está. Nada se pierde fuera de la conciencia filosófica, de la idea extraña a la palabra y de la palabra ajena a la cosa, en donde hacía ya tiempo que se nos moría el pensamiento.
LEOPOLDO MARIA PANERO.
No hay salida. Solo, atado.
Las gotas caen ya en la neura.
Todo se siente muy frío, no como el anterior verano, música, trozos de verde total, rodeado de niñas, gritábamos: “las chicas son guerreras”. Y ahora, para éste, días amargos, mandato sobre mandato, siempre mal mirado.
Se reúnen, hablan, te hacen gritar por dentro: “esto no es lo mío”. Sus comidas, su trabajo, atado sobre atado, te hacen herirte sobre su herida, sentirte tan solo con todos los solos que pueden volverte a tirar de tus nervios.
Gente endemoniada, sin sol, mirando por lo bajo te ven entrando en sus aposentos. Todo escalones, laberintos sin salida donde tienes que empezar tus pasos, que no sabes siquiera dónde dirigirlos. Se caen al vacío, como tus palabras en ellos, como las suyas siempre con ellos, sólo los que tienen algo por hacer, como resolverlo, y están arriba. Hablan con palabras de tedio, entre ellos todo se entiende, tú sólo vislumbras sus pasos, que te llevarán a toda su libertad inexistente.
Y tú contra todos, solo, y contra ellos, todo está preparado para ti, todo su camino mal empedrado.
Y aquí tú con ellos, hombres sin destino, valientes gastados por el dolor y el vicio, ¿pueden ayudarte a llegar a algún sitio? Todos cerrados en sus problemas. Tu ayuda está en su psicosis, en dejar la tuya con ellos, aquí enterrada para siempre, y que ningún otro horror pueda ya tambalear tus nervios.
Javier.
24 horas ha tenido hoy mi día... y ya hace mucho tiempo que en mis adentros se hicieron añicos las monarquías.
24 horas desde que se creó, me crearon y me estoy creando.
24 horas posterior a todo un parte.
24 horas, 24 puños, 24 espinas.
24 hechos, dichos y maltrechos techos.
24 trechos de un corazón partido plantado en un tiesto.
24 deseos.
24 sueños, 24 cadenas, 24.
24 billetes de un camino.
24 caminos cercanos a un prado.
24 árboles regando mi alameda y dando sombra a mis 24 pasos.
24 hierros que forjaron mis genes, 24 lágrimas que acariciaron mis pañales.
24 paredes que intentaron acabar con mis 24.
24 soles y siempre la misma luna. 24 noches y una sola caricia.
24 veinticuatros, casi unas bodas de bronce.
24 besos multiplicados por infinitos veinticuatros contigo.
Y cuando se va tejiendo el final de una historia
Parece que un algo que está fuera de mí
Arrancara pinceladas de amargura al lienzo.
¡Qué tonta por haber pensado que amarrarías tu barco
a mi puerto y que juntos navegaríamos en el cauce de un nuevo río.
Son demasiados sentimientos los que se quedan dentro del tintero.
Son varios comienzos con un solo final que tú ya lo conocías.
antes de que yo lo sintiera en cada trozo del cuerpo.
¡Son tantas las ansias de tenerte! y tú, escondiéndote siempre por cada esquina.
TAUROS
Embistes y me dejas tirada en la arena.
Un año más. Una nueva arruga.
Tus pretendidas dudas y un cielo de menos para nosotros dos.
LA INMORTALIDAD
Yo, Juan Ángel Ciriano, afirmo que el Sanatorio de Santa Águeda, es decir, los enfermos, están alcanzando la inmortalidad. Muchos son ya inmortales, y espero que lo mismo que nosotros la humanidad alcance la inmortalidad.
Los inmortales no tienen que tener miedo ni a una ametralladora ni a un pelotón de ejecución, ni a una bomba atómica... porque no mueren.
J.A.C
CRÍTICA DE ARTE
FASCINANTE ÓPERA
ESTRIBILLO FINAL
Pedro.
EL MARINO TERRESTRE
Uno de los mejores escritores de El Globo Rojo. Su biografía, tan larga y repleta de peripecias como la de Mark Twain, y su discurso, parecido poéticamente a un pregón de alguna verbena inexistente, honra las glorias de otras glorias. Aquí tenemos uno de sus textos:
DE SOCIEDAD
Días pasados ha fallecido D. Juan Gómez, uno de los mejores encuadernadores que han pasado por el Centro. Se celebraron las honras fúnebres y fue trasladado a Bilbao, villa donde nació.
Pocos días después ha fallecido en Vitoria-Gasteiz D. Alberto Azcárate, residente ejemplar, que coordinaba normalmente.
¿Será la caída de la hoja? ¿Será el otoño?
¿A quién le tocará la próxima?
LA VIDA EN UN SANATORIO
En la mañana de hoy me he despertado a las 8.30.
Me he vestido y después me he lavado la cara y me he afeitado. Después seco mis manos y seco mi cara. Me lavo las manos con jabón.
Salgo de mi habitación y entro en el comedor. Desayuno café con leche con sopas.
Después voy al almacén y compro tabaco con caja de cerillas.
Después voy al pasillo del pabellón del Corazón Sagrado de Jesús y ando con los enfermos.
A las 10.30 horas de la mañana abren el bar y gasto la comida y gasto la bebida.
A las 12.30 de la mañana se come en el comedor, después se toma café en el bar.
A la 1 de la tarde se sale del sanatorio y se va a los bares o se va a los pueblos.
Se vuelve a las 7 de la tarde y se ve la televisión.
A las 8 horas de la noche se cena. Después de la cena se ve la televisión o se va a la cama.
En la habitación se oye la radio o se lee.
Y así es la vida en un sanatorio.
Sebastián Irigoyen.
Nota del editor: Como bien dice a Dra. Mabel, para aguantar esto a veces hace falta cruzar los cables, y viajar un rato por la estratosfera, aunque sólo sea para volver luego “al espanto de un nuevo día” (como dice Fredi en uno de sus poemas).
Soy Juan Ángel.
Soy la espada de la Justicia.
Aconsejo que vayan a misa todos los domingos y días de labor y festivos.
Aconsejo que todos los días recen un Padre Nuestro, un Ave María, una Salve y un Señor mío Jesucristo.
Cada noche estando dormidos pasará el niño Jesús Dios Padre, con tres meses de edad. Después, la Espada de la Justicia tiene otros tres meses de edad.
El que cumpla con la Misa y las oraciones va al Cielo, y, al Cielo, a un kilómetro del Polo Norte, sepan que si van en avión no pueden entrar.
Irán de la tierra al Cielo sólo con Fe, Esperanza y Caridad.
Irán misteriosamente y milagrosamente.
Las tres cuartas partes de la Tierra: ha ido ya.
La otra cuarta parte tiene que ser como niños, tontos, dementes, idiotas y otras cosas que padecen enfermedad.
Parece que están como enfermos y se portan como niños.
Es el Rey de los Cielos.
La Ciencia está equivocada, y los que se pasan de listos también.
Y otras cosas.
Juan Ángel C. (Dictado a Larrañaga)
Julián Jiménez vino a la Redacción por primera vez y dijo que iba a escribir una historia... ésta es:
Un payaso muy bueno casi todos los días iba a trabajar muy temprano el payaso.
Eran unos días muy felices con sus hijos y su familia feliz era muy feliz. Todo terminó en el circo se cayó y se mató.
FIN
Amén
J. J.
YO ESTABA MUERTO
Doblan las campanas
con su funerario.
Doblan las campanas
en el campanario.
Quizás doblen por mí,
con triste concierto.
Yo estaré muerto.
Cuando doblen por mí,
quizás un día
de sol espendente,
de paz y de alegría,
irá el hortelano
cantando a su huerto.
Yo estaré muerto.
Irá el caminante
por bosques de pinos,
por largas veredas,
por largos caminos.
Verá el navegante
de lejos el puerto.
Yo estaré muerto.
Bullirá la gente
por plazas y calles,
volarán las aves
por montes y valles.
Correrá el arroyo,
de flores cubierto.
Yo estaré muerto.
Irán los soldados.
Irán a la guerra.
Irán los misioneros,
cruzando la tierra.
Irán las caravanas,
irán por el desierto.
Yo estaré muerto.
Cuando por mí
doblen su funeraria.
Cuando por mí
doblen en el campanario.
Si al abrir la fosa
hallo el cielo abierto,
yo no estaré muerto.
Recitado por isidro.
YO LEÍ LA REVISTA
Y VOY EN COCHE POR LA AUTOPISTA.
Sebastián Irigoyen
EL JUGUETE
Una vez había un niño que jugaba con un juguete muy bueno. El niño ya tenía perfilado su juego, pero el juguete ya estaba pensando en su vida. El juguete quería ESCAPAR del juego del niño; pues no le gustaba el juego al que era sometido. Al fin y al cabo soñaba con su LIBERTAD, aunque a veces en el juego se sentía bien y suponía que el juego del niño no era tan mala vida. Pero el juego era perfecto, era difícil que el juguete llegara a cumplir su sueño que era escapar del juego, cosa que al final sería lo bueno que él quería. Pero como se dice, la duda de si escapaba o no era el saunto, o si no viviría como el JUGUETE sabía.
J. Mª. Celaya.
El naturalismo es un arte pictórico,
y se ve por él mismo al buen pintor.
El golpe tiene falta de cultura
y con él mismo no se razona.
Sarasúa, Txema
HISTORIA IMAGINARIA DEL UDALA
Corrían los tiempos prehistóricos, en los que el Hombre de Cro-Magnon cazaba en lo que entonces era la llanura de Udala. Habitaban en ella grandes animales de todo tipo. Vivían en la llanura donde había un gran lago, el lago Udala.
Con el paso del tiempo llegó una nube de ceniza que se posó en el lago y se petrificó. Los animales tuvieron que emigrar. Al pasar más y más el tiempo, la erosión dejó al descubierto el monte Udala. Luego vino el deshielo por los polos y se convirtió en una isla en la que habitaban gran cantidad de aves; por aquel entonces ya era una isla montaña que reinaba en el horizonte. Y así, después del paso de las glaciaciones y el tiempo actual, tras diversas erosiones y convulsiones geológicas, pasó a ser lo que es hoy el Monte Udala.
Santi y Juan Manuel.
CHISTE
Van dos amigos caminando y dice uno a otro:
- ¿De qué ha muerto tu padre?
Le contesta:
- De fiebre amarilla.
Responde el primero:
- ¡Bonito color!
ACERTIJO
Un nombre de hombre que no tenga letra de Carlos.
Solución: Quintín.
Jacinto Borea.
AUTOBIOGRAFÍA
Un día 11 de Marzo de 1.924 vine a este valle de lágrimas. En Guernica (Vizcaya), en el sino de una familia de clase media, siendo mi padre Capitán de la Marina mercante y mi madre sus labores.
Me bautizaron en la iglesia de Santa María y comencé los primeros balbuceos de mi infancia.
Acudí a una escuela pública regentada por un tal D. Francisco, y, aunque no era de los primeros, tampoco era de los últimos.
En uno de los viajes de mi padre fuimos a residir a Busturia, “Olatzu”, casa natal de mi madre, y allí acudí a la escuela de D. Eusebio Mendoza, maestro público.
Tras las vicisitudes infantiles de la casa materna (robo de manzanas, botellas de vino de Rioja traído por el tío Pancho “Abarca”...), enredéme en la materia “sexual” con una cuadrilla de jóvenes y tras una temporada de Gran vida fuimos a residir a Bilbao, donde mi padre recalaba con relativa frecuencia.
Estudiando Náutica (viendo películas, yendo por bares denominados entonces tabernas) y andando por San Francisco y las Cortes (calles de mala nota) hice el primer experimento sexual, teniendo que apoderarme de los pantalones de un pariente mío ya que a los menores de catorce años les estaba prohibido acudir a los citados lugares. El experimento me agradó sobremanera y ya tuve un punto para discutir sobre el tema.
Llegaron los exámenes y, tras una “picia” al presidente del Tribunal, obtuve un Diez, nota adquirida por muy pocos estudiantes de Náutica.
Mi lugar de residencia entonces era Bergara y semanalmente mi hermano, que era Secretario de D. José María Aguirre, Director Gerente de Altos Hornos del Bergara, acudía los sábados a visitarme.
Llegó el viernes víspera del sábado y, esperando la visita semana, opté por fugarme. Fui al Monte de Piedad, donde empeñé unos objetos de mi pertenencia. Diéronme por ellos una cantidad irrisoria y me dirigí a la estación de Achuri, donde adquirí un billete para Bergara. Llegué hacia las ocho de la tarde, obscurecido, y me dirigí a la casa donde residíamos, donde penetré por una ventana y me acosté hasta las dos de la mañana, hora en que me apoderé de la bici de un trabajador nocturno. Con ella recorrí la carretera hacia Vitoria y llegué a esta capital, en cuya estación malvendí la bicicleta a un mozo por diez duros. Acto seguido me acerqué a la taquilla para adquirir billete para Barcelona, por la que tenía manía, y tras pasar un largo rato lo adquirí.
Tras traspasar la barrera de la benemérita de guardia conseguí el pasaje para Barcelona, mas para despistar a mis posibles “buscadores” apeéme en Logroño para matar el tiempo antes de que el siguiente tren partiera para Barcelona. Pasó el tiempo y antes de llegar a Sabadell pedí a un pasajero me prestara un ejemplar de La Vanguardia del día recién adquirido. En la sección portuaria vi que se anunciaba la próxima llegada del paquebote “Neptunia” procedente de Génova y con destino a Buenos Aires e intuitivamente quedóseme grabado en el cerebro.
Llegados a la estación de Francia desembarqué y fuíme a recorrer la ciudad, que no conocía. Por la tarde vi dos películas: una de Laurel y Ardí, Quesos y besos, y otra cuyo nombre se pierde en el tiempo.
Pedí a un transeúnte me indicara una posada para pasar la noche y con gran amabilidad me acompañó hasta su proximidad.
Acostéme a altas horas y madrugué (cosa rara) y en un bar, tras una pequeña colación, ojeé La Vanguardia mirando especialmente la sección del Puerto y en ella hallé que el transatlántico “Neptunia” había arribado procedente de Génova con destino a Buenos Aires.
Me trasladé a la zona portuaria y vi un barquichuelo con el nombre de “Neptuno” y, creyendo que aquél sería el transatlántico, pregunté a uno de sus tripulantes bien uniformado y con lepanto que a qué hora levaban anclas. Mi pregunta hizo desternillarse de risa a él y a otros compañeros y me indicaron que el buque por el que preguntaba se hallaba unos cientos metros más adelante y se conocía por el nombre de Muelle de Carbón o de la Transatlántica.
Dirigíme al citado lugar y vi una inmensa mole de acero de una gran longitud y anchura en la que por dos pasarelas bajaban y subían señores de diversa índole, atendidos por un oficial galonado tanto al subir como al bajar. Paseé por las proximidades un buen rato y con una conocida familia subí la pasarela. Pidióme el oficial el pasaporte y yo le contesté en inglés que mi madre, que venía detrás, lo traía en el bolso. Dos Guardias Civiles le preguntaron al oficial si sabía novedad y éste les contestó lo que yo le había dicho y de ahí no pasó la cosa. Comencé a pasear de dentro hacia fuera, siendo los paseos más largos, y en una de éstas oí el pito del barco. Primera llamada. Minutos después, segunda llamada y, tras ésta, la tercera. Subí a la Sección de Primera y un oficial me pidió la documentación de primera. Contesté en francés que no la tenía, por lo cual me mandó bajar.
A todo esto el buque, remolcado por dos remolcadores, salía a marcha lenta hacia la salida mientras veíamos obreros, mujeres y niños saludarnos con sus pañuelos.
Primera campana de a bordo: la comida era en dos turnos. El primero a las doce treinta, y el segundo a la una y treinta. Muchos camareros uniformados me preguntaban en qué turno comía, y a los del primero les contestaba que en el segundo y viceversa. Por las noches y a altas horas me introducía en el comedor de trescientos comensales y en los cajones de los armarios “arramblaba” con distintos manjares que los camareros guardaban para sus “favoritas” (había cada belleza a bordo...), y dormía o pasaba la noche en un W.C. hasta la hora del desayuno, y luego a tumbarme en una tumbona. El barco llevaba más de tres mil pasajeros.
Gibraltar: Fondeo. Pasé sin novedad. Canarias: Permitieron bajar a la ciudad y malvendí unos pendientes de otro de mi madre. Con su Producto compré una buena cantidad de plátanos y me cortó el pelo uno de los peluqueros.
Fui adquiriendo conocimientos y amistades sin decirles de dónde era: charlábamos de todo.
Recife: Paso de control inglés. Sin novedad.
Bahía: Admiramos las bellezas de esta ciudad.
Río de Janeiro: Siendo marzo ocasión de los Carnavales, las pocas horas que permanecimos nos supieron a gloria. Música de samba día y noche. El Pan do sugar como compañera... constante pulular de cariocas a bordo. Inenarrable.
Santos: La mejor industria de café con inmensas factorías y gran amabilidad en sus naturales.
Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.
Enterados mis compañeros de mi situación a bordo, aconsejáronme desembarcar en esta ciudad porque en Buenos Aires, como final de trayecto, el buque sería sometido a un fuerte fondeo. Lo pensé y así lo hice.
Llegado a esta ciudad (Oh Solís con tu fuerte Moto en video) compré unas novelas y un boliche (nombre de los bares) con una consumición barata me puse a leer. Transcurrida la tarde me busqué una pensión donde dormir, y así durante tres días en que se me terminó el dinero. Pregunté a un viandante si conocía algún centro español y me recomendó la Casa de España, a la que me dirigí y pregunté pro su presidente, el cual me recibió en el acto. Puse mi fantasía en rendimiento y, tras comentar ampliamente la vida de la España de Franco, me recomendaron al sr. D. Juan Domingo
Uriarte, dueño del Hotel del Globo y antiguo amigo de un tío mío, Zacarías Lecumberri. Acogióme bajo su protección y me llevó a su Hotel, el más antiguo de Montevideo, donde me presentó a su señora, doña Paca, y a sus hijas Irma y Beba, con las que trabé una gran amistad. Diéronme de cenar y una habitación individual con ducha y teléfono y al día siguiente me adquirieron ropa a la medida en un establecimiento.
El día lo pasaba paseando o leyendo y por las noches iba con las tres damas a un cine (biógrafo, en lengua uruguaya) y veía una buena película. Las cuatro plumas, Rebeca, El gato y el canario, Lo que el viento se llevó...
Y así días y días.
Mas como mi ilusión era Buenos Aires, un día les planteé mi decisión. Reunida la Casa Vasca, optaron por mandarme a Carmelo, una ciudad a doscientos kms. de Montevideo, a casa de un cura vasco que me admitió con gran cariño e hizo las gestiones pertinentes para pasar el río por El Tigre. El contrabandista exigió trescientos pesos por realizar tal travesía, y, careciendo de esa cantidad, me volví a Montevideo. No me presenté a ningún conocido y, solicitando trabajo, fui a la dirección de Frigoríficos Modelo, entre Paysandú y Sarandí, siendo recibido por el director, a quien repetí mi falsa historia. Llamó al Jefe de Máquinas, D. Claudio Gil, y le encomendó me empleara en algún menester.
Al siguiente día comencé mi labor de aprendiz bajo las órdenes directas de D. Claudio, que trabajaba de ocho a doce y de dos a seis. Me buscó y encontró pensión completa y económica en casa de una familia leonesa y pasé diez semanas a base de poco trabajo y mucha diversión.
Dióme por escribir a casa y antes de quince días obtuve respuesta de mi madre llamándome al “dulce hogar”.
Tras mucho pensar y habiendo conseguido pasaje en el “Monte Albertia” por mediación de mi antes citado tío, llegado el barco de 3.939 Tn. a Montevideo, me presenté al Capitán, quien tenía instrucciones de la Compañía de admitirme, como así lo hizo, enrolándome de camarero sin trabajo determinado. Pasamos el río de la Plata y tras una noche llegamos a Buenos Aires.
Cruzamos el río de la Plata y a lo lejos vislumbramos la Urbe capital de la República Argentina. Atracamos en la dársena del suro.
Al día siguiente comenzó la carga de trigo que duraría varios días. De noche y con permiso del capitán íbamos por Leandro Alen y demás zonas portuarias: cabarets, tambos, bares... sin hora de retorno.
Anécdota: Invitado el negro Aquilino a bordo, pusimos en el tocadiscos un pasodoble al que prestó gran atención y luego nos rogó saliéramos de la Cámara, cosa que hicimos con sumo gusto. Al cabo de un rato un mozo de servicio nos llamó para asomar a la Cámara y vimos que Aquilino con su saxofón interpretaba el pasodoble recién ejecutado. Dimos un viva y allí fue el correr del champaña y otras bebidas. Tras estos casos y otros más, llegó el día de la partida. Rumbo marcado a medianoche. Santander. Llegada: 14 de febrero de 1.941. Pleno incendio que comenzó en los barrios bajos: Madrid, Escondrillas, etc. etc.
Durante nuestra permanencia en la capital cántabra fuimos protagonistas de diversos incidentes en la capital cántabra: Pavoroso incendio extendido por toda la ciudad, “alimentación” de diversas mujeres pro medio del Mayordomo Antonio, natural de Palencia, y un largo etc. que habría para descubrir este folio.
Al de tres días, salida de Santander y tras un paréntesis, llegada a Bilbao, donde me recibió toda la familia: madre, tíos, primos, demás parientes...
Ocho días en lugar de tres de ejercicios espirituales en San Ignacio de Loyola y, curados, vuelta para casa.
“TOTAL, PEOR QUE CUANDO FUIMOS”.
Vuelta a estudiar Náutica y tras un largo derroche de facultades título de Alumno de Máquinas. 17 años. Navegación como tal en Cabotaje, “Monte Amboto”, motonave, y terminados estos días, a vapor “Monte Faro”. Tras unas aventuras largas de reproducir, Escuela Náutica para Segundo Maquinista Naval, Notas estupendas y título al canto. Proseguirá.
Vive deprisa
Muere joven
y deja un cadáver bonito.
José Luis Murugarren.
Cargaron los brazos y su mirada se hundió
en el templo de su soledad.
Rompía en sollozos no sé por qué. ¿Qué te hizo daño? ¿Qué te hundió? Abajo el mundo seguía latiendo ajeno, incansable y distinguido. De las cuerdas de su vientre brotaban excusas, confusión y alegría. Ella seguía gimiendo por no sé qué pena Intangible, pasajera, mas para Dios eterna. Se fue derramando lágrimas eternas y sinceras hasta que la última luz de la tarde coronó de fulgores aquellas perlas. Ya un poco más tranquila otra vez a su escrito con no sé qué sorprendente paz secreta.
Ricardo Amorrortu.
Los años han roto mi cara y dicen que no es sangre, sino pus lo que corre lentamente por el tembladeral de mis venas donde agoniza un dios del pasado que desde el poema nos llama con la mano de un muerto.
Leopoldo María Panero.
EN EL INFIERNO ESTÁ LA MALDAD
Y EN EL CIELO ESTÁ LA BONDAD
EN EL INFINITO ESTÁ LA BONDAD
Y EN LA NADA LA MALDAD
Y LA IGNORANCIA
EN LA MODERACIÓN ESTÁ EL ACIERTO
EN LOS EXTREMOS ESTÁ LA MODERACIÓN
Y EN EL CENTRO LA PERDICIÓN.
Sebastián Irigoyen
La música abstracta no tiene lógica pero la música naturalista tiene placer psicológico.
Txema Sarasúa
En la selva caímos, en la oscura selva sin otra salida que un agujero negro para caer tan sólo y jamás levantarse: que el toro nos salve e ilumine la selva y guíe nuestros pasos por el negro agujero prometiendo una luz que la selva destruya, una luz donde asentar la vida. Que el toro nos salve y haga un hombre del hombre y sendero el oscuro camino de la selva.
Que el toro nos salve, ya que promesa oscura es el oro de nuestra saliva.
Leopoldo María Panero
Yo creé Tierra y Mundo. Yo envié a los hombres al mundo y uno tras otro caían y eran devorados, y los hombres gritaban “¡Banquete!”.
Félix Echeverría.
DIARIO DEL MANICOMIO DE MONDRAGÓN
Relación de un asesinato
6 de enero
Toda mi habitación llena de humo, colillas por doquier, la cama deshecha: mañana me obligarán a hacerla de nuevo.
5 de enero
Las campanas de la iglesia tocan a rebato: ¿Sublevación militar en Palma de Mallorca? Will they shoot x-y? Aparece en la puerta un loco que se cree Genaro, el sapo, con una pistola en la mano.
4 de enero
Las campanas de la iglesia tocando a muerto.
De noche.
Mi cadáver en el lecho: ¿resucitaré otra vez, cosido a balazos?
Entra Billy el niño, jugando a vaqueros, y lleva en la mano mi alma.
3 de enero
Un loco que se cree Dios lleva en un cáliz la cabeza devorada de mi amigo Pedro Ancoechea.
6 de enero
Salgo a la puerta y me arrodillo ante la muerte.
4 de enero
Unas viejas beatas susurran: creíamos que no querían matar por la fe.
3 de enero
En la caja, asolada por la ETA, brillan como cerebros unos dólares falsos. La muerte por un cheque sin fondos.
4 de enero
¿Quién me matará hoy, por orden de los “militares”? ¿Garicano, que asesinó a su padre por regañarle acerca de unos exámenes suspendidos, y que se cree un insecto, una mosca que sucesivamente se posa en un armario, en un bolígrafo, en mi cabeza?
6 de abril
Hay aroma de palizas en el ambiente. El boxeador sonado es una amenaza constante de golpes y de muerte. En mi cenicero hay unos signos que recuerdan a la baraja de póker. Entre muerte y muerte me corro sobre la cara de Santi. Luego escupo, estoy vivo.
En el jardín pasean jirafas.
7 de abril
Temo las borracheras del boxeador sonado, que se cree San Pedro. El tráfico de alcohol aquí es incesante. Mi belleza, con la que han acabado casi el alcohol y los manicomios, es tan sólo un incentivo para la muerte.
20 de abril
Entro en el bar de los enfermos. Todo él está lleno de hojas amarillas que recuerdan a viejos. Caminando hacia la barra pisoteo algunas de ellas semejantes a álbumes o a recuerdos. El camarero está acodado en la barra, y junto a su cabeza hay una cocacola. Me habla de un crimen que cometió hace tiempo, hace mucho tiempo. Luego pasa un trapo de cocina por la frente y susurra: Oh, mi cabeza, mi cabeza, mi pobre cabeza!.
FIN
Leopoldo María Panero
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