Primero Estudiante y maestro de la Soborna, luego ladrón, asesino y condenado a muerte, Francois Villón, feo y pobre, “seco y negro como escoba de horno”, es sobre todo un poeta sin ilusiones, descarnado, autor de poemas que nos llevan de viaje por los burdeles, cementerios, tabernas y barrios bajos del París de la edad media.
Nace en 1431. En 1455, a los 24 años, mata de una pedrada a un clérigo. En 1456 participa en un robo de 500 escudos de oro al Colegio de Navarra. En 1460 está preso en Orleáns. Al parecer es liberado, porque vuelve a caer preso en 1462, por otro robo, y es condenado a la horca. Escribe una balada pidiendo clemencia, y la pena de muerte se le permuta por el destierro. Escribe otra balada para agradecer el perdón y para solicitar se le concedan 3 días de estancia en la ciudad para arreglar sus asuntos. Desde 1463, los documentos de la época dejan de mencionarlo, y Villón desaparece. Se desconocen la fecha y circunstancias de su muerte.
Vivo, no careció de cierta fama: Mencionamos ya que una de sus baladas influyó para salvarle de la soga. Ganó en algunos torneos de poesía. Muerto, se le considera el mejor poeta francés del medioevo.
En una cuarteta el poeta se presenta y resume su vida:
Yo soy Francois, aunque no quiera,
nacido en París, de Pontoise cerca,
y en el extremo de una cuerda
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa.
En su aparente tosquedad, esta cuarteta puede dar una idea de los juegos de palabras que hay en sus poemas. “Francois” -Francisco, diría un español- es su nombre, pero en el idioma del autor significa a la vez francés. También hace un retruécano de importancia entre dos zonas geográficas: Para que sepan donde queda París, dice que está cerca de Pontoise, pero Pontoise es una zona tan pequeña, que muy pocos, aún en París, la conocen.
EL LEGADO
Antes de desaparecer deja dos poemas largos: El Legado y El Testamento. El Legado lo escribe a punto de abandonar París, según el poema, para curarse de un mal de amor, según la historia, para huir de ser encarcelado. Imitando la redacción notarial de los testamentos (repite, por ejemplo, la fórmula ítem, común en aquella época a esos documentos), “da” en burla, como si fuera caballero adinerado, cosas que no le pertenecen ni tuvo nunca: regala a sus amigos distintos monumentos y edificios celebres de París, guantes y capas de seda, bosques.... a alguno le lega “las guayabas de un naranjo”, a otro “una oca podrida, los hijos de un capón bien cebado, y dos pleitos, para que no engorde mucho”. Juega con nombres de comercios: a uno le deja un “Rubí” -nombre de una tienda-, a otro le deja una “Linterna” -nombre de un prostíbulo-, etc. Como caballero noble, no se olvida de legar parte de su herencia para obras de caridad:
Ítem, dejo a los hospitales
las telarañas de mis ventanas,
y a los enfermos, un puñetazo en cada ojo,
a cada uno, que tiemblen flacos, peludos,
y llenos de mocos, helados y empapados.
Ítem, dejo a mi barbero
mis pelos cortados, y a mi zapatero,
mis zapatos viejos, y a mi ropavejero,
mis ropas tal como estén cuando me abandonen.
Ítem, dejo a los mendicantes,
a las hijas de dios y a los párrocos
sendas cascaras de huevo
llenas de francos y escudos viejos.
Los carmelitas cabalgan a nuestras vecinas,
pero eso es lo de menos.
EL TESTAMENTO VILLÓN
El Testamento es su obra más importante. En él vuelve a hacer parodia de la jerga burocrática, y vuelve a dejar la mitad de París a sus conocidos, pero también dedica algunas baladas a distintas personas. El poema se convierte así en una especie de recopilación de su obra poética. Junto al humor, hay grave patetismo y duro realismo.
A continuación, dos baladas que Villón dedicó en su testamento a una novia de tan fina alcurnia como el autor y a un envidioso, respectivamente, así como su Epitafio en forma de balada, que compuso para él y sus compañeros de robo cuando se veía a unos pasos de la muerte y esperaba el momento de ser colgado.
En estos poemas Villón hace varios juegos de palabras, a veces difíciles de captar para nuestra época. Cuando dice “por su amor ciño escudo y daga”, hace burla de los romances de caballeros andantes que dedican sus triunfos a princesas hermosas. Los Envíos con que remata sus baladas son parodia de otros que los poetas de la época dedican a príncipes, caciques y otras personas dizque importantes. Si Villón se burla de esta zalamera costumbre, también demuestra que es capaz de usarla en su provecho, e incluso de superarla: en su Epitafio, el Envío no va a ningún poder terrenal, sino al mismo Jesucristo.
BALADAS
FRANCOIS VILLÓN
BALADA DE LA GORDA MARGOT
Si Amo y sirvo a mi señora de buen corazón,
¿me tendréis por vil o tonto?
Ella tiene en sí virtudes para un gusto sutil.
Por su amor ciño escudo y daga;
cuando vienen gentes, corro y tomo una jarra
y me voy discretamente, sin hacer gran ruido;
les sirvo agua, queso, pan y fruta.
Si pagan bien, les digo bene stat,
cuando estén en celo, vuelvan a visitarnos,
en este burdel donde trabajamos.
Pero hay gran enfado
cuando Margot va a acostarse sin dinero;
no la puedo ver, mi corazón la odia a muerte.
Tomo su vestido, su cinturón y su camisa,
le juró que lo tendré en pago.
A los lados se me agarra: “¡es el anticristo!”,
grita y jura por la muerte de Jesucristo
que no será así. Empuño entonces un trozo de lo que sea
y sobre la nariz le dejo un escrito,
en este burdel donde trabajamos.
Después se hace la paz y me suelta un gran pedo,
más gordo que un escarabajo venenoso.
Riendo me pone la mano sobre la cabeza,
“¡go, go!” me dice, y me golpea el muslo...
borrachos los dos, dormimos como un zueco.
Al despertar, cuando le suena el vientre,
se monta sobre mí, para que no estropee su fruto.
Gimo bajo ella, que me deja más liso que una tabla;
con tantos excesos me agota
en este burdel donde trabajamos.
(ENVÍO)
Haga viento, granice, hiele, tengo mi pan cocido.
Soy lujurioso, la lujuria me persigue.
¿Qué vale más?, cada uno imita al otro.
Ambos son equivalentes; a mala rata, mal gato.
Nos gusta la suciedad, la suciedad nos colma.
Huimos del honor, el honor nos rehuye,
en este burdel donde trabajamos.
BALADA A LOS ENVIDIOSOS
En rejalgar, en arsénico de roca;
en oropimiente, en salitre y cal viva;
en plomo hirviendo, para consumirlas mejor;
en hollín y pez empapados de lejía
hecha de excrementos y orines de judía;
en agua que ha lavado las piernas de leprosos;
en raspaduras de pies y calzados viejos;
en sangre de culebra y medicinas venenosas;
en hiel de lobo, de zorro y de tejón,
sean fritas esas lenguas envidiosas.
En sesos de gato que odia pescar,
negro, tan viejo que no tenga un diente en las encías;
de un viejo mastín, que vale igual de caro,
rabioso, en la baba y saliva;
en la espuma de una mula asmática
bien troceada con buenas tijeras;
en agua en que las ratas zambullen morros y hocicos,
igual que ranas, sapos y alimañas peligrosas,
serpientes, lagartos y otros nobles pájaros,
sean fritas esas lenguas envidiosas.
En sublimado, peligroso de tocar;
y sobre el ombligo de una culebra viva;
en sangre que se ve seca en las bacías
de los barberos, cuando llega la luna llena
y que una parte es negra, y la otra, más verde que cebollino;
en pupas y tumores y en los sucios compuestos
donde las nodrizas aclaran sus paños;
en los enjuagues de muchachas amorosas
(quien no me entiende no ha visto burdeles),
sean fritas esas lenguas envidiosas.
(ENVÍO)
Príncipe, colocad estos sabrosos trozos,
si no tenéis estameña, saco o tamiz,
en el fondo de unas bragas sucias;
pero antes, en excremento de cerdo,
sean fritas esas lenguas envidiosas.
EPITAFIO EN FORMA DE BALADA
(Que compuso Villón esperando ser ahorcado
junto a sus compañeros por sus fechorías)
Hermanos humanos que viviréis tras nuestra muerte,
no tengáis contra nosotros endurecido el corazón.
Y si se compadecen de nosotros, infelices,
Dios premiará vuestra consideración.
Vednos suspendidos aquí a cinco, a seis,
y la carne, que tan a menudo alimentamos,
está siendo consumida en pedazos y se pudre,
y nosotros, los huesos, convertidos en ceniza y polvo.
¡Que nadie se burle de nuestra desgracia,
mejor rogad a Dios que se digne perdonarnos!
La lluvia nos ha mojado y lavado,
el sol, desecado y ennegrecido
los pies, las rodillas: tenemos los ojos hundidos
que nos han cavado urracas y cuervos,
y tenemos arrancada la barba y las cejas.
Nunca permanecemos quietos;
de acá para allá, igual que el viento varía,
así, a su placer, sin cesar nos agita.
Más picoteados por las aves que un dedal.
¡No os hagáis de nuestra cofradía,
mejor rogad a Dios que se digne perdonarnos!
(ENVÍO)
¡Señor Jesús, que dominas sobre todo,
evita que Lucifer se apodere de nosotros:
a él nada queremos devolver ni pagar.
¡Hombres, no os burléis de todo esto,
mejor rogad a Dios que se digne perdonarnos!
El testamento de Francois villon
Ítem, mi titulo
Ganado en la universidad
Lo dejo por renuncia.
Como seguro de adversidad
A los pobres clérigos de esta ciudad
En este
La caridad a ello me incita;
Y naturaleza, al verbos tan desnudos.
Le dejo mi biblioteca
Y la obra El pedo del diablo
Que mease Guy Tabarie
Copió, y es hombre muy cabal;
En cuadernos que están bajo mi mesa;
Y aunque esta escrito con descuido
Tan interesante es su materia
Que compensa sus muchísimos defectos.
Ítem, que los criados y sirvientas
De buenas casas (no me afecta)
Hagan tartas, flanes y pasteles de queso
Y grandes festines a media noche
(Igual dan siete que ocho pintas de vino)
Hasta que duerman el señor y la señora,
Y después cuidando no hacer ruido
Les sugiero que jueguen el juego de los burros.
Ítem, a las doncellas
Que tienen padres, madres y tías,
Por mi alma, no puedo darles nada
Pues todo se lo he dado a las criadas
Pero para dejarlas con contento
Le vendrían bien unas tajadas
A esas pobres mozas que
Se perderían por
Ítem, nada dejo a los Niños Encontrados;
Yo debo consolar a los perdidos.
Iremos a buscarlos
Sin duda a casa de Marion
Y una lección de mi escuela
Les leeré, será muy corta:
Que no sean tercos ni insensatos.
Escúchenla, por que es la ultima.
Ítem, a mease Jaques James
Que se mata por amasar riquezas,
Le lego a someterse a cuantas hembras
Quiera: mas de casarse, nada.
¿Para quién atesora? ¿Por los suyos?
Hasta le duele lo que come:
Lo que fue de las cerdas, a mi juicio
Pertenece por derecho a los cerditos.
Ítem, ordeno que Sainte Avoye
Y en ningún otro sitio, esté mi sepultura;
Y a fin que todos vean cómo fui,
Sino de carne al menos en pintura,
Que hagan mi retrato,
Pero en tinta, que así no cuesta mucho
¿La tumba? Da lo mismo, no me inquieta,
Y sería mucho peso para el suelo.
Ítem, quiero que junto a mi fosa
Lo que sigue, sin otra añadidura
Sea escrito en gruesas letras.
Y si no hubiera escritorio
Pinten con piedra negra o con carbón,
Pero sin estropear el yeso;
Al menos quedará de mí el recuerdo,
Que merece un buen loco:
[EPITAFIO]
Aquí yace y duerme en alto
Aquel a quien amor mató con su flecha,
Un pobre estudiante
Que se llamo Francois Villon.
Jamás de tierras tuvo un surco.
Todo lo dio, como es sabido:
Mesa y caballetes, pan y cesto.
En nombre de Dios, reciten por él este versículo:
Aquí se cierra el testamento
Del pobre Villon
Cuando oigas el carillón
Vengan a su entierro.
Vengan con rojas vestiduras,
Pues del amor mártir murió:
Lo jura por sus cojones
Al filo de este mundo.
Y les aseguro que no miente;
Peor que un cerdo fue tratado
Por crueles amores,
Y de aquí al Rosellón
No hay material ni zarza
Que no tenga, y no les miento,
Jirones de su sayal,
Cuando ya esta al filo de este mundo.
Créanlo, es cierto:
Sólo andrajos al morir le cubren
Y aún muriéndose, aún siente
El pinchazo del aguijón de los amores,
Más agudo que el hebillón
De un tahalí, clavándosele
(Y es grande maravilla)
Aún estando al filo de este mundo.
Príncipe vistoso como un azor,
Conoce lo último que hizo:
Un largo trago echó de vino
Estando ya en el filo de la muerte.