Desconocer en qué lugar tus huesos
regresaron al vientre de la tierra
y son raíz y magma o en qué aguas
el sueño de tu muerte está meciéndose
aún entre almohadas de junqueras
y besos de libélulas, ya no
me muestra aquellos cuervos que atraviesan
sin graznido los cielos de mi estancia,
sino ojos de crisálidas que se abren
para que alcen el vuelo amaneceres
de mariposas, de oros y lucernas,
respirando, por fin, cualquier lugar
que tú hayas respirado.
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